sábado, 29 de agosto de 2009

Educación y conflicto

Por Juan Carlos Alarcón

Habría que comenzar diciendo, que una sociedad cuando más se educa, más conflictiva se vuelve esa sociedad. Tener mayor educación es tener al mismo tiempo mayor conciencia de su rol dentro la sociedad y es también tener deseos de justicia. La educación es intransigente ya que nos muestra crudamente las desigualdades del hombre y, por consiguiente, busca a hacer valer nuestros derechos por todos los medio desde reclamaciones individuales hasta las manifestaciones callejeras. Es decir que educarse produce más conflictos para la sociedad. El precio político de la educación es el conflicto.

La persona que se educa abre los ojos, quiere justicia, mayor igualdad con el resto de las personas, y para eso manifestará y reclamará por sus derechos de tener una condición de vida mejor. Es de allí que no se debe tener miedo a la gente en la calle cuando reclama lo que le corresponde para vivir más dignamente. Pero eso no es una visión solamente del subdesarrollo, también este proceso se lo puede ver en los países desarrollados.

Hoy vivimos dentro de un capitalismo inmoral que no supo controlar sus propias ambiciones produciendo una crisis internacional que se veía venir. Siempre dijimos que en el seno del capitalismo estaba engendrada la crisis y eso terminó por marcar fracturas sociales con mayor nitidez y mayor insensibilidad. Entonces, la educación de los pueblos es el antídoto conflictivo para evitar el desfuncionamiento de la sociedad. Pero, al mismo tiempo, este síndrome demuestra también por qué muchos hombres políticos que hablan bastante sobre la educación luego no hacen gran cosa: les molesta la gente en la calle, les molesta el conflicto que pone en riesgo sus proyectos que no responden a la espera social.

La mundialización nos quiere hacer creer que somos una gran aldea a escala internacional con un crecimiento económico que nos favorecería a todos. Pero es importante decirlo, el crecimiento económico no produce inmediatamente trabajo, la mundialización de mercado produce efectos negativos tanto en las economías como en las sociedades, tanto en las condiciones de vida como en el medio natural de la vida misma, sin contar que otras de las características del capitalismo liberal es apoyarse sobre la reducción de efectivos igualmente en el sector privado que en el sector publico.

Dentro de una economía de mercado los resultados quedan a la vista. Hay un empobrecimiento progresivo de la población debido a la concentración del capital y no solo entre países ricos y países pobres, sino también al interior de cada país. Y También sabemos que se produce una deterioración del medio y de efectos negativos sobre la explotación de los recursos naturales renovables y no renovables.

Los problemas de la educación que existen en Argentina no son menos concretos que los que existen en la misma sociedad. Ellos están ligados a sus propias estructuras económicas, educativas y de empleos. Las estructuras están llenas de contradicciones que el gobierno no logra solucionar. La antinomia más marcada es la fragilidad del propio sistema formativo donde la precariedad del empleo está al orden del día. Es al Estado que corresponde cubrir esa carencia, porque el Estado debe ser siempre el regulador de las desigualdades sociales y económicas.

La primera desigualdad que se encuentra en la educación tiene que ver con las diferencias sociales de los propios educados. La escuela no esta aislada, no es una isla, la escuela es la sociedad misma con todas sus dimensiones y todas sus características. Mientras más se acentúen las fracturas socioeconómicas en la sociedad más se acentúa la desigualdad en la educación.

Las condiciones de aprendizajes no son iguales entre un joven que vive dentro de una familia destructurada por causa del desempleo y de carentes recursos de salud que otro chico perteneciente a una familia económicamente aventajada. Tampoco son iguales las condiciones de aprendizajes entre un país y otro ni entre una región rica y otra pobre. Las desigualdades económicas y sociales afectan enormemente la educación.

Delante de esta realidad ¿Cómo es que se puede reorganizar la educación? ¿Cómo tendrán que hacer los gobernantes, y los nuevos parlamentarios que asumirán el próximo 10 de diciembre? y no solamente con buenas intenciones, porque si no hay una mejor redistribución de las riquezas la educación será también deficiente dentro de los nuevos proyectos educativos. No olvidemos que muchas empresas hacen de las crisis su fondo de comercio y no dejan fácilmente que se modifique la educación ni el sistema educativo. Esta es la realidad argentina y de muchos países latinoamericanos. La educación, la economía y la política van de la mano como tres buenos hermanitos.

Por supuesto, seguramente habrá gente que dirá que la educación vista desde ese punto quedará subordinada a un simple problema político, a un problema de la voluntad de los políticos sobre la reorganización económica del Estado; pero esa definición sería muy simplista si se lo tomara así. La educación es responsabilidad de todos. Es responsabilidad de los hombres políticos que tendrían que revisar los valores ciudadanos y económicos del pueblo; de las empresas que aprovechan de las crisis para exigir mayor capacidad formativa para trabajos simples; es también responsabilidad de los padres que piensan que la educación de los hijos es solamente tarea de la escuela. Hay un desborde y un disfuncionamiento de la sociedad misma que nos toca a todos por igual en cuestión de igualdad y de derechos esenciales. Los maestros también tienen la responsabilidad de pensar en el país que se quiere y en esos educados que serán los ciudadanos de mañana.

El liberalismo es la fabrica mas grande de pobres y ricos. Un país no sale de una crisis si las instituciones no se sanean ni se fortalecen. La educación pasa por este síndrome de políticas y de acciones de Estado y eso tendrá que pensarlo bien toda la sociedad.

Hoy en día hay profesionales que trabajan fuera de sus áreas para la que fueron formados, psicólogos como vendedores de libro. Pero si lo decimos simplemente así es como enviar la responsabilidad del desempleo a las instituciones educativas y se quisiera hacer de cada escuela o cada universidad una agencia de empleo. El papel de las instituciones educativas es de dar a los estudiantes un instrumento de saberes y de conocimientos teóricos y técnicos para que ellos mismos puedan aplicarlo después en la vida cotidiana. El problema del desempleo es un problema del Estado.

La educación es un problema político, integral y económico que no se puede resolver solamente en el mercado de la oferta y la demanda. Se debe resolver en la reorganización del país y del ser humano. Es necesario producir un cambio de mentalidad y de crear verdaderos lazos solidarios entre nosotros mismos y entre los países latinoamericanos que buscan otro modelo alternativo.

Hoy se ve que en América Latina hay un deseo político y social de llevar adelante reformas más profundas donde se reorganice el sistema educativo según las necesidades de cada país y del continente. Tal vez eso se deba a nuevas orientaciones políticas que emergen de países como Brasil, Bolivia, Argentina, Uruguay, Venezuela, Ecuador y en el mismo Paraguay. Seguramente no se llega de un día al otro, el camino está lleno de obstáculos y, muchas veces, provienen del interior mismo de cada país.

El gobierno argentino tendrá que tomar decisiones duras y conflictivas. En educación sabemos que tomar decisiones es siempre un acto conflictivo porque no es solamente darle el gusto a los unos sino, al mismo tiempo, meterse en contra a otros. A los políticos no les gusta eso, ellos siempre están buscando medidas conceptuales y complacientes para dejar contento a todos. Pero hay que reestructurar la escuela secundaria, hay que reorganizar las carreras universitarias con una mejor redistribución de las riquezas y del saber; hay que remontar la rigidez de las carreras para que los estudiantes no queden prisioneros ni marginalizados de ese sistema, hay que ver las características sociales de manera realistas. Nosotros tenemos que ser claro en el país y continente que queremos para saber que educación necesitamos. No es posible que todo el mundo quiera hacer una carrera humanista y los sectores científicos queden relegados como si nuestro país tuviera únicamente la necesidad de espíritus humanistas para resolver las crisis políticas, sociales y económicas. Es hora de que aprendamos, de una vez por todo, lo que las urnas nos dijeron en las últimas elecciones parlamentarias: en política no se puede jugar con ambigüedades.

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