Treinta mil motivos, treinta mil razones tienen los pañuelospara no mancharse,
baldosas gastadas de jueves girando en la eterna plaza que ya es de las madres.
Treinta mil motivos, treinta mil razones tienen los pañuelos para no mancharse,
marchas por justicia poblando las calles, calles que hace años ya son de las madres.
Que nadie se atreva a borrar la historia, el pueblo está atento y tiene memoria.
Treinta mil motivos, treinta mil razones, donde haya una madre siempre habrá un pañuelo en cada cabeza como un estandarte.
Que nadie se atreva, el pueblo está atento, treinta mil hermanos que no han de olvidarse.
baldosas gastadas de jueves girando en la eterna plaza que ya es de las madres.
Treinta mil motivos, treinta mil razones tienen los pañuelos para no mancharse,
marchas por justicia poblando las calles, calles que hace años ya son de las madres.
Que nadie se atreva a borrar la historia, el pueblo está atento y tiene memoria.
Treinta mil motivos, treinta mil razones, donde haya una madre siempre habrá un pañuelo en cada cabeza como un estandarte.
Que nadie se atreva, el pueblo está atento, treinta mil hermanos que no han de olvidarse.
Hugo Anganuzzi
____________________________________________________De allá, del "ispa" nos llegaron estas palabras de Hugo, un poco antes del comunicado conjunto de los otros organismos defensores de lo DDHH que trató de poner en claro la solidaridad indefectible con Madres, a pesar de las diferencias de sensibilidad, que fue lo primero que se agitó.
Los plumíferos criados bajo el ala del Poder, nunca tienen ni pruritos, ni ningún reparo cuando se trata de disparar contra inocentes. Siempre lo harán con la misma violencia. Ahora son discursos falaces, silogismos que pretenden de una evidencia irrefutable. Cuando descubren una brecha, ahí se abalanzan con la gula indecente de los omnipotentes. Rápidos, depositan sus huevos para agusanar la herida. Que el cuerpo no tenga tiempo para defenderse y si no muere de una septicemia fulgurante quizás consigan una amputación por gangrena. Al menos dejarnos tullidos.
Nosotros conocemos en carne propia este tipo de terrorismo, lo hemos sufrido pero no somos inmunes. Guardamos en nuestra memoria el horror de las palabras dichas antes de ser desmembrados. Y a veces, por una fracción de tiempo, que es toda una eternidad, permanecemos estáticos, a descubierto. Paralizados a su merced, sin respuesta.
La distancia tiene sus ventajas. Podemos ver el bosque completo, contemplarlo pero somos incapaces de reconocer un solo árbol, identificarlo. Las frondas no tienen hojas. Así lo que se vive y se puede palpar sensiblemente nos es extraño. Para poder imaginar lo que sucede tenemos que recurrir a los artilugios del espíritu, a la fuerza de la evocación de lo que vivimos, pues sabemos que los métodos y formas han cambiado pero no los fines.
¿De qué la acusan a Hebe? ¿De su verbo alto, sin las concesiones, ni las sutilezas de la lengua política “civilizada”?
Puede ser. Su palabra, que es la de los nuestros, la de los barrios antes perdidos en las orillas de la polis, allá entre la inundación y el barro. De la huella donde la ciudad se desgranaba entre corralones y chacras. En el yuyo verde que crece donde se puede nuevamente contemplar la línea del horizonte, como metáfora de un futuro mejor. Puede ser eso.
¿Qué más le reprochan? Su solidaridad activa y concreta, mesclar Derechos Humanos con construcción de viviendas, por y para los más pobres. Universidad, formación, medios de comunicación como su Radio. Su apoyo a Políticas de Estado que favorecen a los olvidados del “progreso” que prodigó la mano invisible del mercado. Puede ser.
También le echan en cara su bondad e indulgencia. Su cierta “ingenuidad” de haberle ofrecido su confianza a un apestado que luego resulto ser un bandido que terminó por traicionarla. Puede Ser.
Pero, por sobre todas la cosas, lo que no le perdonan es de ser una Madre.
La ventaja de estar lejos nos permite el lujo de no tomar partido en querellas secundarias, sin importancia vital alguna, a nuestro cómodo parecer.
Podemos abonar todo el bosque y no elegir para nuestra siesta ciertos árboles entre él. De no hacer diferencias. Podemos perorar sobre la necesidad de unidad en la acción, sobre la necesidad de apoyar un Gobierno o, aún mas, restringidos a la Presidenta que cada día hace más y mejor por los Nuestros. Mismo criticarlo sanamente con el cuidado de no ser alimento de nuestros enemigos.
Por eso la palabra de Hugo nos es preciosa, pues nos convoca, nos restituye lo que no podemos vivir y nos dice aquello que es lo que verdaderamente cuenta.
No defiendo a Hebe, pues no es necesario. No me escudo en la facilidad de estar lejos para pontificar lo que se debe hacer (antes decíamos “bajar línea”), en estas circunstancias tan dolorosas. Pues, cuando bombardean a un árbol es con la intención de arrasar todo el bosque. Primero las bombas de fragmentación, luego el napalm.
No defiendo a Hebe, ni a Estela, Chicha, Tati, Laura, Nora, ni a María Esther. No defiendo a ninguna en particular. No lo necesitan. No es necesario a nuestros ojos. Los otros, de cualquier modo, nunca querrán ver.
Me defiendo de mi mismo, para no apartarme de la Huella que todas ellas nos muestran día a día, con dulzura pero con firmeza. Ya no somos más huérfanos. De nada vale la venganza, mejor contener una justa violencia que se anida en nuestras entrañas.
Es como ellas dicen. Sólo la Justicia es la verdad. Hagamos lo nuestro para que ella haga su obra, aunque tarde, aunque no siempre sea Justa.
Los plumíferos criados bajo el ala del Poder, nunca tienen ni pruritos, ni ningún reparo cuando se trata de disparar contra inocentes. Siempre lo harán con la misma violencia. Ahora son discursos falaces, silogismos que pretenden de una evidencia irrefutable. Cuando descubren una brecha, ahí se abalanzan con la gula indecente de los omnipotentes. Rápidos, depositan sus huevos para agusanar la herida. Que el cuerpo no tenga tiempo para defenderse y si no muere de una septicemia fulgurante quizás consigan una amputación por gangrena. Al menos dejarnos tullidos.
Nosotros conocemos en carne propia este tipo de terrorismo, lo hemos sufrido pero no somos inmunes. Guardamos en nuestra memoria el horror de las palabras dichas antes de ser desmembrados. Y a veces, por una fracción de tiempo, que es toda una eternidad, permanecemos estáticos, a descubierto. Paralizados a su merced, sin respuesta.
La distancia tiene sus ventajas. Podemos ver el bosque completo, contemplarlo pero somos incapaces de reconocer un solo árbol, identificarlo. Las frondas no tienen hojas. Así lo que se vive y se puede palpar sensiblemente nos es extraño. Para poder imaginar lo que sucede tenemos que recurrir a los artilugios del espíritu, a la fuerza de la evocación de lo que vivimos, pues sabemos que los métodos y formas han cambiado pero no los fines.
¿De qué la acusan a Hebe? ¿De su verbo alto, sin las concesiones, ni las sutilezas de la lengua política “civilizada”?
Puede ser. Su palabra, que es la de los nuestros, la de los barrios antes perdidos en las orillas de la polis, allá entre la inundación y el barro. De la huella donde la ciudad se desgranaba entre corralones y chacras. En el yuyo verde que crece donde se puede nuevamente contemplar la línea del horizonte, como metáfora de un futuro mejor. Puede ser eso.
¿Qué más le reprochan? Su solidaridad activa y concreta, mesclar Derechos Humanos con construcción de viviendas, por y para los más pobres. Universidad, formación, medios de comunicación como su Radio. Su apoyo a Políticas de Estado que favorecen a los olvidados del “progreso” que prodigó la mano invisible del mercado. Puede ser.
También le echan en cara su bondad e indulgencia. Su cierta “ingenuidad” de haberle ofrecido su confianza a un apestado que luego resulto ser un bandido que terminó por traicionarla. Puede Ser.
Pero, por sobre todas la cosas, lo que no le perdonan es de ser una Madre.
La ventaja de estar lejos nos permite el lujo de no tomar partido en querellas secundarias, sin importancia vital alguna, a nuestro cómodo parecer.
Podemos abonar todo el bosque y no elegir para nuestra siesta ciertos árboles entre él. De no hacer diferencias. Podemos perorar sobre la necesidad de unidad en la acción, sobre la necesidad de apoyar un Gobierno o, aún mas, restringidos a la Presidenta que cada día hace más y mejor por los Nuestros. Mismo criticarlo sanamente con el cuidado de no ser alimento de nuestros enemigos.
Por eso la palabra de Hugo nos es preciosa, pues nos convoca, nos restituye lo que no podemos vivir y nos dice aquello que es lo que verdaderamente cuenta.
No defiendo a Hebe, pues no es necesario. No me escudo en la facilidad de estar lejos para pontificar lo que se debe hacer (antes decíamos “bajar línea”), en estas circunstancias tan dolorosas. Pues, cuando bombardean a un árbol es con la intención de arrasar todo el bosque. Primero las bombas de fragmentación, luego el napalm.
No defiendo a Hebe, ni a Estela, Chicha, Tati, Laura, Nora, ni a María Esther. No defiendo a ninguna en particular. No lo necesitan. No es necesario a nuestros ojos. Los otros, de cualquier modo, nunca querrán ver.
Me defiendo de mi mismo, para no apartarme de la Huella que todas ellas nos muestran día a día, con dulzura pero con firmeza. Ya no somos más huérfanos. De nada vale la venganza, mejor contener una justa violencia que se anida en nuestras entrañas.
Es como ellas dicen. Sólo la Justicia es la verdad. Hagamos lo nuestro para que ella haga su obra, aunque tarde, aunque no siempre sea Justa.
Luis Paredes
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